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lunes, 28 de marzo de 2011

Abordajes de la crisis nuclear japonesa y las consecuencias para el resto de la industria

*Si el fiasco de Fukushima es un revés para la industria mundial de la energía nuclear, es un golpe aún mayor para el sistema energético de Japón, el talón de Aquiles de su modelo de crecimiento económico. Pese a sus notables ganancias en ahorro energético, Japón sigue siendo uno de los principales consumidores de energía, y sus 50 reactores nucleares, una de sus apuestas para contrarrestar la dependencia de las importaciones de petróleo, gas y carbón.
Le ha tomado más de tres décadas a la industria nuclear para deshacerse de su imagen tóxica  El daño en tres cores de los reactores de la central nuclear de Fukushima de Tokyo Electric Power por el terremoto y posterior tsunami en el Norte de Japón tuvo un efecto expansivo sobre la industria nuclear global. No hay duda de que, independientemente de los heroicos esfuerzos para recuperar el control de los reactores nucleares de Fukishima, este accidente ha sido un desastre para el conglomerado nuclear. Aunque aún nada está dicho, el lobby nuclear se ha convertido en uno de los complejos industriales más poderosos de la Tierra. Irónicamente, la energía nuclear es una de las pocas industrias en auge, la creación de nuevos empleos e inclusión de la física nuclear en la agenda de las universidades, muchas de las cuales redujeron la disciplina.
El terrible temblor de la costa japonesa, inclinando el mundo sobre sus ejes, envió shock-waves a los proyectos nucleares. Sólo tienen que ver como fueron golpeados los shares de constructores nucleares como la francesa Areva y EDF, las estadounidenses Westinghouse y GE y la japonesa Hitachi. Por ejemplo, General Electric, el mayor grupo industrial de Estados Unidos, tuvo una baja en sus acciones, perdiendo 4% en una semana, ya que los inversores se preocuparon ante la pérdida financiera que podría sufrir la empresa como consecuencia de la crisis. GE diseñó el Mark 1 boiling water reactors (BWR)  usado en la central japonesa, y suministra las unidades N° 1 y N° 2 que fuero puestas en servicio a principios de 1970. También tuvieron ingenieros trabajando en mantenimiento en el cierre del reactor N° 4 cuando se produjo el terremoto[1].
La crisis en Japón se traducirá en mayores costos, proyectos cancelados y un acentuado escrutinio de los reguladores por la industria nuclear global, lo que podría indicar, para algunos, el final de su racha de crecimiento en una década. El desastre en el complejo Fukushima todavía tiene días, y los reguladores de todo el mundo ya están haciendo cambios en las políticas para aumentar los costos y la financiación limite para los proyectos. Los sistemas de refrigeración de los seis reactores, situados en un enclave costero, no aguantaron el embate del tsunami, pese a que era un evento que se tuvo en cuenta en su diseño. Y las medidas de emergencia han evidenciado su escaso alcance ante la fuerza destructora de la naturaleza.
Al igual que muchos países del mundo estaban en la búsqueda de energía nuclear para desempeñar un papel cada vez mayor para satisfacer sus futuras necesidades de energía, el mundo de repente se encuentra con el mayor desastre nuclear desde Chernobyl[2].
Es como si todos los países que se lanzaron al negocio de las nucleares, lo hubieran hecho después de caer en una especie de amnesia selectiva y voluntaria para pasar por alto los inconvenientes y ganar rentabilidad. Vale aclarar que el renacimiento de la energía nuclear llegó, en parte, producto de los posteriores temores al cambio climático y a la necesidad de fuentes de energía bajas en carbono. Pero ahora se han encontrado de frente con otra realidad: el éxodo de ciudadanos japoneses que temen contaminarse y todo un batallón de trabajadores anónimos que luchan, aun a riesgo de perder la vida, por salvar a su país y al mundo de una catástrofe radioactiva.
No es coincidencia que algunos países dependan en gran medida de la energía nuclear. Por lo general son los que carecen de recursos de hidrocarburos propios, que en ausencia de la energía nuclear, tienen una fuerte dependencia estratégica de los suministros de petróleo, gas y carbón. Los expertos dicen que los hechos no están en el mismo nivel que los de Chernobyl, pero las ramificaciones para la industria nuclear y el panorama energético global serán de largo alcance.[3] Un 13% del consumo energético mundial es de origen nuclear y en algunos países la proporción es mucho más alta, un 40%. Se trata de un porcentaje que no puede ser sustituido salvo tal vez a largo plazo y es indudable que deberían invertirse esfuerzos (y dinero) muy superiores en fuentes seguras de energía. Un análisis del Deutsche Bank reveló que si tan solo se cerrara el 10% de las plantas de energía nuclear en todo el mundo debido a las inquietudes en materia de seguridad, el mundo necesitará otros 7.000 millones de pies cúbicos al día de gas natural, un aumento del 2,3% respecto a los niveles de consumo de 2010. Eso podría causar una presión alcista en los precios de venta al contado del gas, especialmente en la región Asia-Pacífico. En términos generales, la humanidad habrá de acostumbrarse a arreglárselas con menos energía más eficiente aunque ello comporte costos más elevados y quizá un descenso del nivel de vida.
Si el desastre de Three Mile Island en 1976 cerca de Harrisburg, sirve de guía, el impacto real de lo que está sucediendo en la central Fukushima se dejará sentir durante décadas. El accidente de Three Mile Island socavó la confianza pública sobre la seguridad de la energía nuclear. Y el desastre nuclear japonés pondrá en discusión las esperanzas de un renacimiento nuclear en Estados Unidos. En el caso de Estados Unidos, el gas natural y el carbón llenaron el gap en la generación de energía desde el incidente de Three Mile Island.
El impacto del accidente de Fukushima sobre la opinión pública occidental, sucedido en uno de los países mejor preparados para estas emergencias, ha modificado la agenda de los gobernantes alrededor del mundo, justo cuando parecía que los argumentos a favor de la energía nuclear eran cada vez más sólidos y compartidos, incluso por sectores que en otras décadas se habían alineado entre sus contrarios. Se altera así, de forma muy aguda, la percepción de la seguridad de las centrales nucleares, como ya ocurrió en su momento tras los accidentes de Harrisburg y de Chernobyl. Fruto de este fenómeno también se pone en cuestión una de sus mejores bazas frente a otras energías: los bajos costos. Cada accidente ha encarecido, con nuevas medidas de control, la producción en las plantas. Además, la tragedia de Japón también aviva la discusión sobre los residuos generados por las centrales, aspecto delicado que conecta con proyectos tan controvertidos como los almacenes o cementerios nucleares.
            La buena administración pública debe pesar los riesgos. Sin embargo, no será fácil convencer al público de aceptar los riesgos de la energía nuclear. Para hacerlo, la industria nuclear tendrá que resistir a la poderosa tentación de decir que el accidente en Japón es simplemente una confluencia extraordinariamente improbable de eventos y todo va bien. En vez de eso, debe reconocer y corregir las deficiencias del abordaje actual para las cuestiones de seguridad.


[1] Financial Times, “GE works to limit impact as investors fear financial losses”, (17/3)

[2] The Sydney Morning Herald, “No nukes now, or ever”, (20/3)

[3] Financial Times,Industry thrown into turmoil”, (21/3)

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