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jueves, 27 de enero de 2011

Plus ça change... plus c''est la même chose


El famoso epigrama del periodista francés Jean-Baptiste Alphonse Karr es perfecto para el momento actual. Tratándose de la recuperación de la economía global, Plus ça change... plus c''est la même chose, mientras más cosas cambian, más permanecen iguales. Si no estuviera el drama fiscal europeo tan en evidencia un lector distraído podría fácilmente descartar los titulares de los últimos días, creyendo que lee los diarios de tres años atrás. Alza de los precios de los commodities, choque de oferta de alimentos, elevación de la inflación global, clamores de sobre-valorización cambiaria en las economías emergentes, sobre todo a causa de la abundancia de liquidez externa… Todos esos ingredientes estaban presentes en el inicio de 2008, a las vísperas de la crisis financiera. La violenta recesión financiera los removió, temporalmente, del tope de la lista de preocupaciones de las autoridades mundiales. Sin embargo, los temas volvieron revigorizados y renovados en este inicio de 2011, sintomáticos de los alarmantes desequilibrios por detrás de la reanudación de la actividad mundial.
En el inicio de 2008, fueron los exceso del sector financiero privado de las economías avanzadas que, en conjunto con la exuberancia de algunos países emergentes, crearon las condiciones para las alzas verificadas en los precios de las materias primas y para la abundancia de liquidez, presionando la inflación, de un lado, y valorando las monedas locales, por otro. En 2011, son los excesos de los gobiernos de las economías maduras provocados tanto por la necesidad de contener el impacto recesivo de la crisis cuanto por cierta dosis de imprudencia, en combinación con una postura macroeconómica pro-cíclica semejante a la de 2008 en algunas economías emergentes, que están generando síntomas y dilemas iguales a los anteriores.
Pero, los instrumentos de política económica que están siendo usados por algunos países emergentes para enfrentar los mismo problemas de 2008 han sido un poco diferentes. Más medidas macro-prudenciales, más intervención en los mercados de cambio, menos instrumentos monetarios convencionales. ¿Por qué?
Por un lado, hay un “nuevo” contexto global post-crisis. El consenso de que las fallas en regulación hicieron al sistema financiero mundial más vulnerable, posibilitando la crisis, sirvió para enaltecer el papel de las medidas prudenciales, como atestiguan varios informes recientes de órganos internacionales, como el FMI. Esa es una razón para que instrumentos como el coeficiente de caja, cambios en los requerimientos de capital para determinadas operaciones de crédito o aún ciertos tipos de intervención en el funcionamiento de los mercados de cambio tengan hoy más relevancia y aceptación que en el pasado reciente, motivadas por la necesidad de prevenir los excesos perniciosos de liquidez y de crédito.
Por otro lado, como el instrumento convencional de combate a la inflación, la tasa de interés, tiende a acentuar el ya elevado diferencial entre los ingresos de los activos de las economías emergentes y de las economías maduras, las medidas de prudencia tienen un beneficio colateral ventajoso ahora, aunque sean un poco distorsionados. Como esos instrumentos tienen un impacto sobre la condiciones de liquidez de la economía, pueden atenuar el dilema de los bancos centrales de los países emergentes al limitar la magnitud del ahogo monetario necesario para contener las presiones inflacionarias, reduciendo el impacto sobre el diferencial de intereses que estimula las entradas de capitales y valora las monedas locales.

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