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viernes, 28 de enero de 2011

Déjà vu. Aumentos de precios e inflación


* El aumento de los precios de las materias primas está afectando desigualmente a los países industrializados y a aquellos en desarrollo. El peso de la alimentación en la cesta de la compra supone en los países en desarrollo más del doble que en los desarrollados. Esto explica el mayor impacto relativo en el IPC en los primeros de la espiral alcista del precio de los alimentos. Las economías desarrolladas, con un exceso de capacidad productiva, se enfrentan a un alto endeudamiento a problemas derivados de un elevado desempleo y a un riesgo de deflación. Por eso no solo aceptan el aumento de los precios, sino que en algunos casos, como los Estados Unidos son un resultado buscado por su política económica. En los países en desarrollo, donde la capacidad productiva se encuentra altamente utilizada, las autoridades están más pendientes de controlar su crecimiento para evitar un sobrecalentamiento de sus economías. El alza de los precios de los granos, de la energía y de los metales supone un reto importante. Es cierto que, el ciclo de la inflación de los alimentos es más breve que el de otras materias primas. Las cosechas, dado que son anuales pueden responder con mayor rapidez a un aumento de precios que la producción de energía o de minerales. Por otro lado, los aumentos del precio de los alimentos tienen fuertes repercusiones en países emergentes, con una mejor renta per capita, mientras que el alza de los precios de la energía y metales afecta más a los costos de producción y tienen una menor incidencia en el IPC.
La inflación es el tema del momento en el mundo y será uno de los grandes dilemas de las políticas económicas en 2011. Después de dos décadas, volvemos a observar una nueva inflación global, ahora con origen en los países emergentes. La fuente de la inflación son las commodities, elevadas por la creciente demanda asiática y las dificultades locales en la producción de alimentos. El alza de los precios de las commodities genera presiones en diversas economías, en diferentes prácticas de recuperación, incluso en la Europa sumergida en una crisis de deuda soberana[1]. Las estrategias de inversiones pasan por la perspectiva de una respuesta de las autoridades monetarias que enfrentan el problema.[2]
El aumento del valor de las commodities ya es objeto de queja en el viejo continente y entra en la agenda del G-20 este año. El proyecto del gobierno francés de regulación de esos mercados es la prueba de una inversión política internacional que desplazará a otras discusiones en la OMC. También reside ahí el tema de la guerra de monedas. Después de reivindicaciones de países emergentes, ante la crisis en los países ricos, ahora los reclamantes se invierten.
            Una de las eventuales consecuencias de un repunte inflacionario es que los bancos centrales comiencen a adoptar políticas monetarias restrictivas, que consisten en elevar las tasas de interés de referencia –que son las empleadas por los bancos para fijar el costo del crédito a empresas y personas-, que han permanecido bajas como medida para estimular la actividad económica después de la crisis. Si las tasas de interés llegaran a subir, el costo del crédito será mayor tanto para los deudores como para las empresas y personas que requieran de financiamiento para sus actividades productivas o el consumo de bienes y servicios. En Europa, el Banco Central Europeo (BCE) advirtió que está listo para subir sus tasas si es necesario para combatir la inflación[3]. "En nuestro caso, consideramos que la inflación subyacente no es necesariamente un buen predictor de la inflación futura", dijo el presidente del BCE, Jean-Claude Trichet al diario The Wall Street Journal.[4]
En China, el banco central aumentó nuevamente los requerimientos de reservas a los bancos comerciales, lo que constituye una medida monetaria restrictiva[5]. Incluso en Estados Unidos, la Fed se mostró meno preocupada por la posibilidad de deflación y más optimista respecto a las perspectivas de crecimiento para este año. Los países con posiciones fiscales débiles en Europa se verían negativamente afectados por un incremento en las tasas de interés, lo que aumentaría la probabilidad de incumplimiento y generaría mayor incertidumbre y nerviosismo sobre el sistema bancario europeo.
La situación de los países en desarrollo es hoy completamente diferente de la del pasado. La crisis de 1929, por ejemplo, partió de una superproducción de alimentos que provocó depresión mundial. El café en Brasil llegó a ser quemado con la caída de las cotizaciones internacionales. Había un fuerte deterioro en los términos de intercambio que perjudicaba a América Latina, mientras ahora se verifica exactamente lo opuesto.
Con la saturación de las políticas anti-cíclicas, iniciadas con la crisis de 2008, los países están lanzándose a las exportaciones, lo que puede generar un proceso agudo de caída en los precios de los manufacturados. Eso crearía un fenómeno tan curioso cuanto imprevisible en las relaciones económicas internacionales, con dos situaciones polares: la inflación de los alimentos y deflación industrial. Uno de los grandes riesgos está en los precios de la energía. La cotización del petróleo en el mercado mundial volvió a acercarse a los 100 dólares, el nivel más alto en los últimos dos años.  En el caso del doble efecto del aumento en el precio del petróleo sobre la economía internacional –en la crisis de los años 70- preponderó la fuerza inflacionaria.
El sistema político internacional debe sufrir cambios de tendencias si el viraje en los precios perdura. Las certezas en cuanto al cambio de guardia en el orden mundial a favor de los emergentes quedan sacudidas con tantas contradicciones. Por ejemplo, Brasil, aunque sea exportador de productos básicos, tiene ahorro y depende de los capitales foráneos. Esas inversiones se deterioran con el aumento de la inflación, fragilizando la estabilidad que fortalece la política exterior.
Para una economía tan grande y con datos no fiables, es imperativo para investigadores e inversores recolectar tanta información como sea posible. Después de los datos de la inflación del National Bureau of Statistics (NBS) de diciembre pasado, los inversores deberían preguntar cual es el número real de inflación, según Diana Choyleva, directora del Lombard Street Research en The Wall Street Journal.[6] El gobierno chino fijó una meta del 3% para la inflación del 2010, objetivo que no obstante se hizo inalcanzable después de que la inflación se disparara un 3,2% en los primeros 11 meses, principalmente impulsada por el incremento de los precios de los alimentos. En noviembre, la inflación alcanzó el 5,1%, la cifra más elevada de los últimos 28 meses. Los precios de la vivienda en China llevan un tiempo altos, y parece que le sigue una creciente serie de otros bienes. La Comisión Nacional de Desarrollo y Reforma anunció a finales de diciembre un crecimiento de 3,77% en los precios de la gasolina, al equivalente de 3,50 dólares por galón, un alza de 11% en aproximadamente un año[7].
 Por eso, China viene actuando para contener los precios. Lanzó una serie de medidas para contener los precios, con dos alzas de los intereses, una ligera valorización de la moneda, menor disponibilidad de crédito, controles de precios e iniciativas para erradicar la especulación ilegal en los alimentos. Y puede haber conseguido buenos resultados. La inflación al consumidor anual en diciembre habría reculado a un 4,6% del 5,1% en noviembre. Los números, que no son oficiales, fueron divulgados por los medios chinos. Esas informaciones sostienen también que el PBI chino habría crecido un 10,3% el año pasado, un poco por encima de la previsión (de un 10,1%).



Las informaciones ayudaron a reducir la expectativa de los mercados de que las autoridades chinas tendrán que adoptar más medidas agresivas para desacelerar el crecimiento[8]. A pesar de las proyecciones que apuntan a una contracción económica, China continuará siendo el motor de crecimiento para muchas economías este año, especialmente para los países exportadores de commodities.
Debido a que la inflación suele provocar una amplia preocupación entre el público, están creciendo las expectativas de un nuevo incremento de las tasas de interés que reconoce que es muy posible que el Banco Popular de China, el central del país, aumente las tasas de interés hasta tres veces en 2011, especialmente durante la primera mitad del año. Además, China podría permitir que el controlado yuan se aprecie un poco más aceleradamente este año, como parte de sus esfuerzos por frenar la inflación. Se espera que el yuan llegue a las 6,3 unidades por dólar a fines del 2011.
Si Beijing realmente tiene la intención de tomar medidas drásticas contra la inflación, necesita controla la expansión de los préstamos. Cuando se trata de préstamos, las intenciones de Beijing –y su control sobre la situación- son difíciles de entender. Incluso si la meta de Beijing para los préstamos nuevos en 2011 fue reducida en alrededor del 10%, a cerca de 1 billón de dólares, como los economistas ahora piensan, sigue siendo una tasa bastante alta. Desde el 2006 hasta el 2008, antes que las tasas para los préstamos fueran elevadas significativamente para impulsar el crecimiento económico, la actividad crediticia sólo promediaba poco más de medio billón de dólares al año. El año pasado, el volumen de préstamos superó el límite oficial y los bancos estaban, además, concediendo un monto sustancial de créditos “en la sombra”, que son dejados fuera de las hojas de balance[9].
Las altas tasas de inflación en China, por otra parte, pronto pueden ser sentidas en las orillas estadounidenses. Para los exportadores norteamericanos, esta no es una mala noticia. La administración Obama se ha quejado por mucho tiempo de que la moneda china subvalorada genera una desventaja a las manufacturas estadounidenses. Pero los infortunios de la inflación china cambian la dinámica. Como los bienes chinos se hacen más caros, mejora la "competitividad relativa" de los productos estadounidenses[10].
Los consumidores estadounidenses también se preocupan por la alta tasa de inflación de China. Con el alza de precios en ese país, las empresas estadounidenses que hacen bienes allí sentirán la presión y pasarán los aumentos a los consumidores estadounidenses.
En la India, donde los precios de los alimentos impulsaron la inflación en buena parte de 2010, las expectativas eran que una sólida cosecha de arroz y otros productos básicos amenizara la presión. Pero los datos más recientes del gobierno muestran que la situación de los alimentos no fue resulta y la inflación aumentó. Algunos economistas dicen que la Reserve Bank of India que ya elevó las tasas de interés seis veces en 2010, va casi ciertamente a aumentarlos a fines de este mes. La previsión es que la economía india crezca 8,75% el año que termina el 31 de marzo, según el Fondo Monetario Internacional.[11] Los alimentos representaron 47% de la canasta de productos que componen el índice de precios al consumidor de India y 34% de la de China.[12]
En Rusia, las sequías hicieron que los precios del trigo se dispararan y derrumbaron la meta del gobierno de mantener la inflación en la franja del 6 a un 7% en 2010.  Rusia cerró el pasado año con una inflación del 8,8%, una décima por encima de la anterior estimación preliminar. El rally alcista en el mercado internacional alimentario es, a juicio de expertos, el principal factor que acelera la subida de los precios de consumo en el país. 
La esperada recuperación de la economía estadounidense –por los cálculos del Federal Reserve (Fed), que debe quedar entre 3 y 4%, tiende a empujar los precios de las materias primas, atenuando el efecto de reducción de la demanda por parte de China. Por otro lado, si la economía estadounidense crece, lo natural es que el dólar suba  los precios de los commodities caigan. Pero tenemos que considerar que, aún si desacelerara, la expansión de la economía china aún será muy fuerte. Además de eso, hay un proceso inflacionario por las alteraciones climáticas, como por ejemplo, lo que ocurrió con las inundaciones en Australia. Nuevos datos del gobierno británico mostraron que la economía no creció en el cuarto trimestre pese a que la inflación se aceleró. Eso genera la posibilidad de que haya una estanflación —alta inflación y bajo crecimiento— como la que golpeó a Gran Bretaña en los años 70.
            El gobierno brasileño, por su parte, se colocó en una encrucijada.  Las preocupaciones por un aumento en los costos de los servicios tras la mayor expansión económica en 24 años, además de crecientes precios de los alimentos, han tomado un rol central en las últimas semanas y el índice Índice Nacional de Precios al Consumidor Amplio (IPCA) cerró el 2010 en un 5,91 por ciento, su mayor nivel en seis años. La valorización del real ayuda a administrar la inflación con importados, destruyendo parte de su industria. El aumento de los intereses para disminuir la inflación atrae más capital especulativo y aumenta la presión monetaria. El control de los flujos financieros es útil, pero coloca en riesgo el balance de pagos cuando acumulamos déficits externos elevados. El crecimiento cae, restando saber que acontece con la inserción internacional del país.
            El nuevo gobierno enfrenta una enorme desventaja en relación a los últimos cuatro años de la administración Lula. Tendrá que atacar la inflación sin contar con el efecto “achatador” que la valorización del cambio ejerce sobre los precios ni con la persistencia de los bajísimos índices de inflación en los países ricos[13].  Los economistas prevén que el referencial IPCA treparía un 5,42 por ciento este año.
            Con tantas variables, el futuro de las commodities es un gran punto de interrogación en las meses de operaciones y en los gabinetes de los gobiernos. No olvidemos de que el aumento de los precios de los últimos meses se deriva del aumento del precio de las materias primas y que esto ya sucedió de manera similar en 2008. Estamos pues ante un dilema conocido. ¿Estamos seguros de que no nos encontramos ante un cambio estructural en la relación entre los precios de las materias primas y del resto de bienes de consumo, en lugar de ante el inicio de una espiral inflacionista? Mientras tanto, los escenarios que se diseñan para 2011 deben exigir un juego de cintura de las autoridades monetarias para equilibrar el crecimiento económico y el control de precios.



[1] The Economist, “Commodity prices and global growth, Back with a vengeance”, (20/1)

[2] Globe and Mail, “Why inflation is on the radar screen”, (24/1)

[3] The Wall Street Journal, “ECB Warns on Food Supply”, (21/1)

[4] The Wall Street Journal, “Global Price Fears Mount”, (25/1)

[5] Economic Times, “Emerging markets stalked by inflation, rates”, (21/1)

[6] The Wall Street Journal, “The Real Picture of Chinese Inflation”, ( 24/1)

[7] The Wall Street Journal, “Cooking Oil's Surge Shows How Inflation Hits Chinese”, (1/1)

[8] The Economist, “Price rises in China, Inflated fears”, (6/1)

[9] The Wall Street Journal, Heard on the Street, “Is China Flying Too High?”, (21/1)

[10] USA Today, “Inflation in China may help U.S. exports”, (20/1)

[11] The Wall Street Journal, “Developing Nations Fight Inflation”, (8/1)

[12] The Wall Street Journal, “Rising Price Pressures Spur Concerns”, (26/1)

[13] Estado de San Pablo, “Como domar a inflação?”, (2/1)

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