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martes, 22 de febrero de 2011

Los relatos del malestar alimentario


La historia se encargará de definir, con sus indomables zigzagueos, la concreta influencia que existe por la subida de los precios de los alimentos, detrás de las convulsiones que llevaron a las recientes caída de poder en Tunez y en Egipto (más el efecto dominó permanente). Paréntesis (Cuando el 40% de su población egipcia vive con menos de dos dólares por día es difícil no ver los alimentos como un lujo), Lo mismo, las manifestaciones en Argelia y otros países del norte de África y de Medio Oriente, que viven días difíciles en las calles reclamando el fin de la pobreza, lo que significa básicamente el acceso a los bienes de consumo básicos. A su vez, la inestabilidad geopolítica producida por esas tensiones contribuyen a la volatilidad y encarecimiento en los precios de otras materias primas minerales y, desde luego, de los precios de crudo y del gas.
Y esto no es patrimonio exclusivo de las naciones árabes. Los disturbios por temas alimentarios también se despliegan por el mundo en desarrollo, obteniendo distintas clases de efectos. Bangladesh e Indonesia tienen pedidos record de arroz. Y China puede unirse pronto a la crispación. Una severa sequía en el norte tiene un impacto desastroso en la cosecha invernal de trigo del país. Esto dejó la tierra sumamente seca para la plantación de primavera. Si China, normalmente autosuficiente en trigo, se hace un importador significativo este año, los precios de los granos podrían crecer aún más[1]. Usted no necesita tener un doctorado en economía para entender que pasa con los precios cuando cada gobierno bajo el sol comienza a almacenar alimentos.
Y el tema es cómo se llegó tan rápidamente a esta situación explosiva. La explicación puede estar en el aumento exponencial del precio de los alimentos. Y los precios dan siempre señales de que algo sucede. Pero ¿cómo se llegó a estos precios y qué razones están por detrás de estas subidas galopantes? ¿Estamos ante una situación coyuntural o esta es una situación con la cual la humanidad tendrá que habituarse a vivir?
            Los precios de los alimentos llevaban varias décadas en un suave declive, hasta principios del siglo XXI. Después de la crisis de precios en 2008, mucho se discutió sobre la materia y los hechos parecían, inicialmente, dar razón a los que apuntaban hacia la acción conjugada en el capital especulativo y las alteraciones climáticas, que desencadenaron una secuencia de catástrofes atmosféricas y consecuentes malas cosechas[2]. El problema es que, pasados sólo cerca de dos años y medio, la cuestión vuelve al orden del día y todos parecen coincidir en la idea que el alza de los precios es algo estructural y con lo cual la humanidad tendrá que habituarse a lidiar. “Lo que los mercados de materias primas nos están diciendo es que vivimos en un mundo limitado, en que el rápido crecimiento de las economías emergentes está presionando las reservas limitadas, lo que hace aumentar los precios”, alertó el economista Paul Krugman[3]. La tierra disponible no urbanizada en el mundo es finita y económicamente cada vez más escasa. Se ocupa el 100% en cultivos, pastizales para ganadería, ecosistemas naturales que prestan servicios ambientales vitales, y áreas degradadas y en abandono.
            El verdadero problema es que estamos en el umbral de una fase en que la producción de materias primas, designadamente cereales, no llega a cubrir la demanda mundial. Y ¿por qué?  Básicamente porque el rápido desarrollo de las economías emergentes –que coincide con países con vastas poblaciones- hizo aumentar el ingreso e hizo que haya cada vez más gente con acceso a una mejor alimentación. Aquello que puede ser clasificado como la revolución de la proteína, es decir, en numerosas regiones del mundo la tradicional dieta de los tres balones de arroz por día está convirtiéndose en las tres comidas diarias, hasta hace poco un privilegio de los países desarrollados.
            “Una de las causas primarias de las crisis alimentaria es la prosperidad en sí misma”, dijo Don Coxe[4], presidente de una financiera norteamericana conectada con el sector alimentario, en un artículo publicado en The New York Times[5]. Para Kenneth Grassman, profesor de Economías en la Universidad de Nebraska, “el alza actual de los precios de los alimentos refleja el abrupto cambio de un mundo donde la producción de cereales excedía a la demanda por otro donde la capacidad de producción no es la adecuada”. Entre las causas apunta “el rápido desarrollo económico de los países más poblados del mundo, lo que corresponde a un mayor ingreso y un mayor consumo per cápita[6]. La economía gestiona recursos escasos; a esa velocidad, cada vez más escasos.
            Por su parte, el especialista español Manuel Vázquez alertó en el diario El País que “la división tradicional entre los países desarrollados y en desarrollo ya no es tan significativa”. Los números muestran que “más de la mitad del crecimiento económico a nivel mundial en los últimos 15 años fue generador por los países emergentes y en desarrollo”. Significa esto que “el centro de gravedad de la economía internacional se desplaza rápidamente para Oriente y Sur” –ya hoy las economías de los países que no son miembros de la OCDE representan un 49% del PBI global y, según las previsiones, llegará al 57% ya en 2030.
Para Peter Timmer, esta escasez de suministro contiene el fracaso de los gobiernos por casi más de tres décadas para financiar la investigación agrícola básica, invirtiendo en infraestructura rural, y entrenando a los agricultores minifundistas necesarios para eliminar la frontera de productividad. Sus variables epistemológicas no tienen en cuanta de razones simples, morales y hasta recurrentemente climatológicas: Estados Unidos canalizan más de 100 millones de toneladas de maíz para la producción de etanol, lo suficiente para alimentar a 240 millones de personas. Y así sigue el desacuerdo, mientras los especialistas apuntan hacia un refuerzo de la inversión, mejorando la tecnología y la investigación en búsqueda de ganancias en la producción, otros recuerdan a un tal Thomas Malthus. Un apacible clérigo y matemático que vivió a caballo del siglo XVIII y el XIX, dejó escrito hace más de 200 años lo que se conoce como la maldición maltusiana: “La capacidad del crecimiento de la población es infinitamente mayor que la de la tierra para producir alimento para la humanidad”. El capitalismo industria tendió un puente por encima del abismo demográfico maltusiano: ese peligro se ha evitado durante dos siglos y Malthus ha sido perfectamente olvidado durante años[7].¿Me pregunto lo que esto dice sobre la sostenibilidad de crecimiento?


[1] The Globe and Mail, “Food: What’s really behind the unrest in Egypt”, (9/2)

[2] The Wall Street Journal, “Failed Policies Lead to Food Shortages”, (22/2)

[3] The New York Times, “Droughts, Floods and Food”, (6/2)

[4] Don Coxe is chairman of Coxe Advisors LLC. He was previously a global portfolio strategist at BMO Capital Markets.

[5] The New York Times, “We Need Protein, Not Biofuels”, (15/2)

[6] The New York Times, “Not Enough Grain”, (15/2)

[7] El País, “Adiós a la comida barata”, (13/2)


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